Niños y niñas aprendieron sobre programación, pero también sobre respeto, tolerancia y protección ante abusos.

¿Quién podría imaginarse que unos talleres sobre robótica y habilidades para la vida fomentarían el liderazgo femenino y el trabajo en grupo? Eso es lo que pasó en un colegio, donde niños y niñas aprendieron sobre programación, pero también sobre respeto, tolerancia y protección ante abusos.
En un aula de la escuela, los grupos de estudiantes arman los robots pieza por pieza, sin olvidarse de ningún detalle, para luego proceder a programar todas las funciones, movimientos y destrezas que tendrá su creación, que en cada ocasión tiene una misión distinta: ir de un punto a otro, mover una pieza, alzarla, llevarla de aquí para allá.
“El objetivo es principalmente el trabajo en equipo, porque trabajan en grupos por un robot. Ellos arman, después de armar todo, programan sus controles y programan sus robots para que pasen algún obstáculo, que puedan mover o puedan trasladar, y ese es el desafío: tienen que programar y hacer sus diseños”, explicó el instructor de robótica.
Pero, más allá de los conocimientos tecnológicos que van adquiriendo, esta práctica sirve para que aprendan a trabajar en grupo, aprovechando las habilidades de cada uno: algunos se encargan de programar en la computadora, otros van armando las piezas del rompecabezas que supone el robot, otros buscan manuales y videos que los ayuden en la tarea. Las misiones incluso sirven para despertar el interés de aquellos que suelen estar desmotivados, que se van integrando a las tareas de los grupos, así como para promocionar las habilidades de las niñas, algo completamente inesperado por los docentes de la escuela.
Además de la robótica, los niños y niñas participaron de talleres sobre habilidades para la vida, en los que hablaron sobre cómo protegerse en línea, qué hacer ante situaciones de abuso, y eso les permitió abrirse y compartir algunas experiencias dolorosas en grupo, buscando el apoyo y comprensión de los demás.
La directora del centro educativo, comentó que en principio creyeron que los niños iban a ser los más interesados en estas tareas, pero que finalmente fueron las niñas las que más se involucraron y lideraron los trabajos grupales. “Nos damos cuenta de que los niños están enganchados pero las que más motivadas están, las que no faltan, las que su asistencia es súper regular, las que están así encendidas en la clase, son las niñas”, apuntó.
Lucero Oviedo tiene 10 años y es coordinadora del centro de estudiantes de la escuela. A su corta edad, asegura que quiere ser abogada cuando sea grande, y demuestra que posee algunas habilidades que seguramente le servirán en esa profesión. “Yo nunca quise armar un robot, y eso fue interesante para mí, porque me gustó”, confiesa la niña explicando el interés inesperado que suscitó el proyecto.
“Yo nunca quise armar un robot, y eso fue interesante para mí, porque me gustó”
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